Por una dialéctica de las preguntas
“Apenas nos damos cuenta, en nuestra sociedad, de que la obra de arte de la que tenemos que ocuparnos, esa zona a la cual debemos aplicar valores estéticos, es uno mismo, la propia vida, la propia existencia”
(Michel Foucault)
Pensar en la producción visual de Silvio FISCHBEIN es trazar las líneas de un proceso de creación de otros mundos, un lugar donde se refugia y se conserva todo lo que queda vivo en el material y desde donde todo puede volver a “tomar tierra”, a reinventar un territorio de posibles. Comprender su producción de forma retrocolectiva; es decir, entre múltiples colaboraciones y encuentros, no sólo entre obras sino también entre miradas, nos da la posibilidad de pensar y actuar la diferencia y lo que la constituye, como otra modalidad de subjetivación.
La línea de fuga principal que atraviesa toda su producción parece ser una dialéctica de las preguntas, interrogaciones que nos afectan y vinculan no sólo para generar otros lazos entre artista-obra-públicos sino también, y de forma más urgente, para conectar su obra-cuerpo entre diáspora y regiones en una memoria poblada de reminiscencias; entre recuerdos objetuales y modos de producción; entre realidades y sueños que la mantienen conectada a una matriz que crea sentido. Una suave hospitalidad que nos invita a reconocer a un artista revelador de un ejercicio de revisión y reafirmación de un territorio propio aunque compartido, abierto a aceptar que la pregunta siempre asume que la diferencia está prendida a su otro, que no tiene como resultado la definición de un concepto o de una distinción unilateral; por el contrario, la diferencia siempre alude a una coyuntura compleja donde cada elemento ha sido siempre-ya afectado por otros.
Desde esa afectación, se trabaja lo visual como una exigencia continua; ya no se toma al lenguaje como valor estético ortodoxo sino como metáfora vital. Abandonando la idea de representar la realidad por medio del lenguaje, se trabaja con lo que transporta la materia en tanto permite una nueva visión, una nueva organización del universo, un nuevo diagrama de asociaciones, una genealogía afectiva en donde el poder de “la verdad” está dado por las mismas posibilidades de la materia que el artista interviene sin quitarle su historia intrínseca, sus huellas, su carga formal y política, su mundo, para hacerlo durar en otras lógicas de sentidos y formulaciones temporarias.
A través de la activación de la noción del arte como dispositivo que retoma las fuerzas que actúan bajo la representación y lo vinculan con el dominio de lo sensible, con diversos universos de referencia y subjetividades; la producción de Fischbein es un territorio que resiste para volver a reconocer en la consistencia misma de la materialidad visual un proyecto del mundo, destinada a un cosmos que ella ni abarca ni posee, pero hacia el cual no cesa de dirigirse ocupándose, como señala Foucault, de la propia vida, de nuestra propia existencia.
María Laura Reginato – 2019